El comienzo
Los orígenes de Mund Socks se encuentran en la localidad burgalesa de Pradoluengo, ubicada entre montañas y rodeada por una profunda selva de pino albar.
Pradoluengo está situada a unos 40 kilómetros al este de Burgos, dentro de la comarca de Montes de Oca y configurada por dos importantes núcleos: La Villa de Pradoluengo y Garganchón.
Condicionada enormemente por sus características geográficas y su gélido clima atlántico representado en inviernos largos y fríos, Pradoluengo se dedicará desde sus inicios al trabajo textil, que abarcará más del 60 % de la actividad de sus habitantes.
Debido a sus complicadas características geográficas y a las desfavorables condiciones de su clima, desde sus orígenes destinará sus mejores tierras a la producción de la planta textil de lino y, en un segundo término, al cuidado de pastos para el ganado lanar.
Pradoluengo, constituida como Villa desde 1720 por decreto de Felipe V, siempre se ha caracterizado por una importante industria textil y ya en el siglo XVIII se contabilizaba que el 60 % de la población se dedicaba al trabajo textil, concretamente a la facturación de bayetas, aprovechando los saltos del agua y la fuerza que originaba el río Tirón.
Un siglo más tarde llega a la Villa el proceso de industrialización, que se enmarcará en la evolución que experimenta la industria textil castellana, destacando por la austeridad y el rechazo a la implantación de grandes fábricas de facturación. Pradoluengo nunca nadó en la abundancia, ni recibió las suculentas ayudas gubernamentales, pero supo sobrevivir en tiempos difíciles gracias a la humildad y el buen hacer de sus gentes.
De este modo surgen en el siglo XIX las Compañías entre varios socios, que supondrán un florecimiento de la industria textil, erigiendo nuevas fábricas de manufacturación donde se concentrará la producción local. Obligada por los veloces tiempos modernos Pradoluengo evoluciona hacia un futuro incierto, en el que los vecinos abandonarán sus talleres familiares para trabajar en los establecimientos creados por estas empresas.
Por aquella época cerca de dos terceras partes de la población se dedicarán a labores industriales. Pradoluengo experimentará un crecimiento interanual del 0.9%. Es el auge de la industria textil, la “fiebre constructiva” de un pueblo reacio a los lujos. De 1830 a 1850 proliferarán las Asociaciones de vecinos, así como la especialización, dando paso a fábricas destinadas al proceso de lavado, hilado, o abatanado.
La expansión es inmediata. Se pasa de la docena de bayetas en el siglo XVIII a las 120.000 varas en el XIX. Más de la mitad de la producción de toda la provincia de Burgos surgía en la Villa. Es el mayor núcleo industrial de la provincia, situándose junto a importantes centros de fabricación, como Antequera, Béjar, Cameros, Alcoy, o las poblaciones de Sabadell y Terrasa.
Sin embargo pronto comenzaron a surgir los primeros problemas. La bonanza de la industria pradoluenguina se topó de lleno con un gran inconveniente, con un elemento tan vital como inesperado y que marcará el devenir de sus días: el agua.
Toda la vida pensando que el río que pasa por Pradoluengo se llamaba Oropesa, y que se une al Tirón en la Venta, a pocos km de la villa textil.
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